sábado, 20 de abril de 2013

LA MUERTE Y LA RESPUESTA SOCIAL


                           
Suena el despertador. Son las cuatro de la madrugada y tengo que levantarme para trabajar.

 Una fuerte presión se precipita en mi pecho que casi me impide respirar y un nudo en mi garganta evita expresión alguna. Abundantes lágrimas se desbordan de mis ojos y anulan mi visión.

 Fabi ocupa todo mi espacio nada más retomar mi conciencia y me digo que no puede ser verdad, aunque para algunos ya “haga dos semanas de la muerte de nuestro hijo” y que por esa razón tengo que abordar de nuevo mis obligaciones laborales.

 Un pensamiento débil y desesperado me dice que no puedo, que quiero morirme y estar con él pero a pesar de todas esas resistencias,  tengo que levantarme.

 Parece ser que no existe ninguna otra alternativa. La vida continúa.

 Y en mis primeros días laborales, tengo que tragarme la profunda pena y no dejarla salir como si supiera que en el exterior, no encontraría lo que necesitaba.

 Comenzó a partir de aquellos primeros días, a ser “mi pena”, transformándose mi dolor, en algo íntimo que no estaba dispuesto a compartir con cualquiera.

  No siempre se puede lograr y en muchas ocasiones, debo ocultarme para que nadie pueda ver mis ojos enrojecidos porque la emoción amenaza desbordarse, ante cualquier hecho puntual como una tarde que comenzaron a pasar ante mis ojos princesas, guerreros del espacio, pistoleros, trogloditas... era carnaval y los niños lucían sus trajes felices por las calles y de pronto, me pareció ver a mi hijo Fabi de pequeñito, vestido de romano y todo enfadado porque no sabía dónde dejar la espada y el cinturón que se le caía...
 
 Recuerdos de tiempos felices, lejos del inesperado y doloroso presente pero que logran que mis lágrimas se desborden en lugar inapropiado, donde tenga que dar explicaciones de lo que me ocurre y no quiero hacerlo porque sé que tal cosa me producirá más dolor.

 Una experiencia de esta envergadura deja ver a las personas como son realmente. En lo positivo y en lo negativo. Nada ante la muerte se puede ocultar tras la máscara social que antes funcionaba, pues se da por hecho que ella, la muerte, es la gran verdad, la verdad más absoluta, la que todo lo desnuda.

 Ya no nos esforzamos como antaño, en interpretar papeles sociales de marcada hipocresía, entre otras cosas porque sobrevivir en el día a día ya nos supone un sobre esfuerzo y  en ocasiones tiraríamos la toalla para no recogerla mas; este cambio lleva consigo una revisión de las relaciones;  atrás quedaron los supuestos amigos que resultaron ser tan solo conocidos; de algunos familiares que solo son validos para la típica reunión anual de unas horas desenfadadas .Porque para eso cualquier persona que se cruce por la calle, ya te vale.

 Nuestra vida ha cambiado. También nuestra relación con el mundo. Esos cambios nos han transformado desde dentro, provocando una mayor sensibilidad sobre lo que realmente sentimos y necesitamos. Sería una incoherencia actuar de la misma forma que antes de que muriera Fabi como pretenden algunas personas. Para ellos nada ha cambiado pero tienen que comprender que para nosotros sí. 

 Solo permanecen a nuestro lado, las que nos siguen queriendo a pesar de que ya no somos los mismos, aceptándonos con nuestro dolor, nuestra rabia, nuestra tristeza, mostrándose en sintonía con lo que ahora toca.

Es tiempo de largas conversaciones, de largos silencios...

 De compartir recuerdos y no de ir a hacer la paella al campo

 Aceptar esa nueva realidad fue una pena añadida pero que en realidad nos liberó de algo de lo que ya no estábamos dispuestos a asumir porque sabíamos de antemano, que seríamos incapaces.

 Intentamos vivir el día a día con plena conciencia, seleccionando lo que merece la pena y lo que es absurdo y banal., abriéndonos a la posibilidad de crecer como personas, traspasando barreras, rompiendo tabúes y accediendo a estados psíquicos de mayor claridad.

  Cuando la vida te coloca en una posición tan crítica,  siempre trae con respecto a las relaciones, una caja de sorpresas. Gratas, no tan gratas y en ocasiones incluso ingratas.

 Personas que no han cumplido las expectativas que te habías creado sobre ellas poniendo en evidencia la fragilidad del vínculo afectivo que nos unía y otras que por las circunstancias que sean,  no esperas una respuesta significativa y te sorprenden gratamente.

A veces no nos damos cuenta de la manera que afecta nuestra forma de actuar sobre los demás. Ya no vale protegerse ante lo que supone una amenaza para la imagen que tenían de si mismos. El despiste les ha aportado muchas pistas.

 Tendremos que reconocer la evidencia de la torpeza emocional de la que estamos dotados y que no sabemos cómo afrontar casos como este, imbuidos en nuestra propia dinámica y  sin el suficiente interés por las demás y esto hace que en la mayoría de las ocasiones, caigamos en torpezas dolorosas como sin ir más lejos, acabando el libro, le ocurrió en una conversación con un amigo que estaba en espera para una operación de urgencia vital y de la que sin duda, dependía su vida.
 
- ¿tú sabes Cristina lo que es ver truncados todos tus proyectos... así, de golpe, sin esperarlo...?

 Sabía perfectamente lo que estábamos viviendo con nuestro hijo Fabi. Estuvo en el sepelio y manifestó su dolor por tan terrible pérdida.

 ¿Qué ocurrió entonces...?
 
 ¿Quizás imbuido en su dura experiencia ya había olvidado la nuestra…?

  Cristina esperó a mejor momento para plantearle esta duda, sabiendo que ese día llegaría.

 Todos corremos el riesgo de equivocarnos puesto que el error es fundamental en nuestras vidas. Pero de nada sirve si no conseguimos prestar mas atención pues el hecho de reconocerlos, nos permite tomar el control de nuestros actos y mejorar en el futuro.

 Pero para que eso ocurra, es imprescindible meterse dentro de la piel del que está sufriendo y desde allí intentar ser él y visionar las cosas desde su perspectiva, algo demasiado complicado y doloroso como para implicarse hasta ahí y por ello prefieren no cambiar de ángulo de visión y seguir donde estaban evitando un dolor tan intenso.
 
Y para esto, parece ser, aun  no estamos preparados.
 

2 comentarios:

  1. Estoy totalmente de acuerdo contigo.Yo sigo llorando la pérdida de mi pareja que se me fué hace 3 meses,y algunas personas ya dan por hecho que ya lo tengo que haber superado.Nunca voy a superarlo,me ha marcado para siempre,y no entiendo como la vida sigue cuando Pedro ya no está conmigo,como si no hubiera pasado nada,no es justo.
    Entiendo que cada uno tiene sus propios problemas,y que para ellos seguramente cualquier cosa es mas importante que mi dolor y yo tendré que vivir con esto siempre,como vosotros,de diferente manera,pero es mi dolor.Y no acepto que me digan que me anime,o que yo ya sabía que estaba enfermo.....como si eso me consolara por que no es así.
    Y aunque por la calle no llore,por que no quiero dar pena no significa que mi alma se ha roto,y es así,y quien no lo entienda mejor que no me diga nada y me deje seguir mi camino.
    UN abrazo
    Carol

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí Carol. Esa es la triste realidad en la que estamos sumergidos y de la que es difícil salir porque nadie quiere saber del dolor hasta que este llama a su puerta.
      Como tú sabes, sentimos mucho la muerte de Pedro y te acompañamos en tu dolor aunque este sea intransferible, solo reservado para ti.
      Te mandamos toda la calidez que te permita seguir adelante, y nuestro recuerdo a tan buena persona como fue (es), nuestro querido Pedro.
      Un fuerte abrazo de tus amigos

      Eliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.