Una paciente más de nuestra sanidad pública tenía unos fuertes dolores en la ingle que no podía soportar e incluso la incapacitaban para andar y tuvo que ir a urgencias.
Eran las 23 horas cuando entraron ella y su pareja y observaron que apenas había nadie en urgencias lo que les hizo pensar que la espera no sería muy larga.
Le facilitó el guarda jurado una vieja y oxidada silla de ruedas ante la imposibilidad de andar y una vez hechos los trámites típicos en que preguntan la causa de la visita, les indican que esperen a ser llamados.
La espera no es muy larga y en la consulta intermedia una enfermera pregunta de nuevo que es lo que ocurre. Le mira la tensión y le manda ir al lavabo para poder hacer un análisis de orina.
De nuevo en la sala de espera para ver cómo van pasando personas incluso que llegaron después y que parecían tener menos que ella (como por ejemplo una torcedura de pie…).
La espera se hacía interminable pero al fin, tras más de dos horas de espera, la llamaron.
Nuevo análisis de orina a pesar de que les advierte que ya le habían hecho uno.
Descoordinación que supone más gasto inútil para la sanidad.
A pesar de que la doctora llegó a tocar la parte que tanto le dolía no supo ver nada y el diagnóstico fue un cólico.
Algo había que decir y se sacaron eso de la manga.
Así, a las cinco de la madrugada, salieron de urgencias donde sin duda, estuvieron perdiendo el tiempo una vez más porque no les sirvió absolutamente de nada.
En los últimos años era ya la tercera ocasión que acudía a urgencias y no le sirvió absolutamente de nada. En esta última le dijeron que si esos dolores no remitían, fuera a la doctora de cabecera y como el dolor persistía, así lo hizo.
A los pocos días de pedirla la recibe en su consulta tras dos horas de espera para que casi sin mirarla, absorta en su ordenador, decide hacer un análisis de sangre y pedir una ecografía para la que ya la avisarán.
¿Cuántos meses de espera serán…?
Hecho el análisis, le dicen que su doctora se marcha de vacaciones y que hasta septiembre no podrán darle los resultados de los mismos.
¡¡¡Increíble…!!!
Que puede ser una hernia inguinal o quizás un ganglio y por esa razón le recomienda que no haga esfuerzos hasta saber que puede ser.
Son muchos los pacientes que se lamentan de que ni tan siquiera te miran a la cara inmersos en su ordenador y ni tan siquiera saben escuchar lo que siente, algo que nos parece de vital importancia puesto que a pesar de que el médico sea quien sabe de medicina, nadie sabe más de su cuerpo que uno mismo y deberían escuchar las sensaciones que transmite el enfermo.
¿No saben, no les interesa, tienen prisa por acabar, no se sienten implicados…?
¿Qué debe ser…?
Y uno llega a la triste convicción de que a la mayoría de nuestros médicos les faltan muchas cosas. Que son muchas las carencias que se observan en los mismos así como a nuestra sanidad de la que su majestad el rey y políticos punteros se sienten orgullosos.
Ante todo, les falta calidad humana y parecen olvidar que la persona que tienen frente a ellos, está enferma, débil, asustada… que necesita que la escuchen, que la animen, que la comprendan… que si está enferma no es por su gusto…
¿Por qué no escucharán…?
¿Por qué cuando no saben lo que tienes se inventan algo…?
¿Les faltará la suficiente honestidad para admitirlo… o quizás lo que les sobra es soberbia y ego…?
¿Por qué no intentan ser más humanos…?
¿Por qué no se preparan más para ser mejores médicos…?
Y ahora los anunciados temidos recortes sanitarios que mermarán aún más las ya deficitarias atenciones a los pacientes que acuden a la misma. A esa que nadie nos regala puesto que la pagamos y bien para tener que soportar tanto maltrato.
Quizás en lugar de pensar en dar tijeretazos a nuestros derechos como ciudadanos, deberían tratar de que este desastre de sanidad que tenemos, funcione mejor:
Que se dejen de hacer análisis repetidos por falta de coordinación por poner un solo ejemplo de experiencias similares que se repiten una y otra vez en esta caótica estructura de nuestra sanidad.
Que dejen de existir privilegios hacia los vips que acuden a la sanidad pública, que cuestan mucho dinero a los ciudadanos, sea el rey, o la presidenta de la comunidad de Madrid.
¡¡¡Que se les trate como un ciudadano más…!!!
Existen muchas maneras de reducir gastos y sirvan las expuestas a modo de ejemplo y no es preciso que paguemos los platos rotos (rotos por ustedes…), los de siempre porque estamos hartos de tanta discriminación, dependiendo del “rango social” que ostentas.
¡¡¡Porque siempre somos los mismos los perjudicados…!!!
Nos gustaría que algún día no demasiado lejano, ir a nuestra sanidad no sea una osada aventura en la que no sabes lo que puede pasar y sobre todo, que nos trataran como lo que somos:
PERSONAS CON LOS MISMOS DERECHOS QUE CUALQUIER OTRO CIUDADANO.
Mientras llega ese momento, continuaremos difundiendo lo que ocurre.