Nos enseñaron que la enfermedad, el dolor y la muerte son malos compañeros y que debemos tratar de evitarlos, de no pensar en ellos, cuando son importantes elementos que caminan junto a la vida y la felicidad y que pueden manifestarse en cualquier momento, incluso cuando estamos en la cima de la dicha y el bienestar.
¿Es posible que vida y muerte, dicha y dolor convivan en perfecta armonía...?
¿Podemos dejar espacio a la tristeza cuando estamos en la cúspide de la felicidad sin que ello signifique perder esta dicha...?
No solo es posible, es lo más natural (o debería serlo...) y por tanto lo mas saludable y como ejemplo, nos remitimos a una experiencia personal vivida.
En agosto del 2010. Fabi iba a ser padrino de boda de sus grandes amigos Nitus y Mari y decimos grandes amigos porque sobradamente lo han demostrado. Por las razones que ya sabemos no pudo cumplir ese compromiso, sin embargo ellos quisieron que nosotros ocupáramos ese lugar de privilegio.
Nunca olvidaremos ese día, sobre todo porque pudimos comprobar el modo en que Nitus y Mari querían a nuestro hijo cuando decidieron rendirle un homenaje en el día más feliz de sus vidas. No quisieron olvidarse de él, así como del padre de la novia también fallecido.
Un escalofrío nos recorrió todo el cuerpo cuando comenzamos a escuchar una música que compuso Nitus en su honor. “para Fabi”. El espacio quedo lleno de esa dulce melodía y todos los allí presentes nos quedamos en el mas absoluto de los silencios
La guitarra de su gran amigo, sonaba en nuestros oídos como un lamento celestial, sus notas fusionaban dolor y esperanza sin apenas percibirlo, hechizando los sentidos y embriagando nuestra alma de un agradecimiento infinito.
Desde el centro del salón y frente a nosotros, Nitus y Mari dedicaron unas palabras a los que ya no estaban, inundando de tristeza la enorme sala en que nos encontrábamos. Se derramaron lágrimas, se escucharon suspiros, los semblantes quedaron serios y las bocas mudas.
Un aplauso unánime rompió dulcemente la emoción que nos dominaba siendo una brillante y agradecida manera de cerrar aquél capitulo y dar paso de nuevo a la alegría, a la fiesta, al baile, a la vida.
Alegría y tristeza convivieron armónicamente sin que una perturbara a la otra en ningún momento, con la naturalidad absoluta que correspondía y todos los presentes así lo sintieron.
Ese día mágico para Nitus y Mari no quedó en absoluto empañado. Por el contrario quedó más confirmado que nunca como una manifestación completa y enriquecedora, que quedó grabada en las mentes de todos los que asistimos a esa boda.
En un acontecimiento de estas características, no se suele dar espacio a los seres queridos que ya no están con nosotros, no porque no pensemos en ellos, más bien al contrario porque es precisamente en días tan significativos que los ausentes están mas presentes que nunca y a su vez cumplimos el deseo secreto que todos tenemos cuando dejamos esta vida, que se nos recuerde porque ello manifiesta la huella que hemos dejado en los que continúan viviendo.
No dejar que el olvido se adueñe porque es entonces cuando en realidad se produce la verdadera muerte.
No dar la espalda al dolor es una tarea pendiente en nuestra sociedad y muy importante, porque dicha y dolor, son el resultado de una misma energía con una sola diferenciación de grados y todos sin excepción, circulamos por ambos polos.
No siempre somos espectadores de las tragedías y tarde o temprano, nos tocará ser los protagonistas y en ese instante, desearemos tener puntos de apoyo que nos ayuden a seguir adelante.
Porque vida y muerte van cogidas de la mano... será positivo tenerlo en cuenta.